La revolución de los satélites de órbita baja (low earth orbit, LEO por sus siglás en inglés) ya está en marcha, con una proyección de 65.000 nuevos satélites que serán lanzados en los próximos cinco años. Esta nueva era de conectividad satelital está reconfigurando el mercado global de Internet al crear una alternativa viable y sin cables a la oferta de fibra óptica (FTTH). Si bien esta tecnología promete cerrar la brecha digital al llevar Internet de alta velocidad a cada rincón del planeta, también trae consigo desafíos a nivel terrestre y espacial. Ante retos que van desde un desincentivo a la inversión en redes terrestres y desafíos a la soberanía digital de las naciones, hasta la congestión orbital y la sostenibilidad espacial, un marco regulatorio asertivo se vuelve cada vez más importante para lograr un éxito sostenible.

Frente a dificultades de conectividad en zonas remotas como problema persistente, la tecnología LEO emerge como una solución poderosa. Al operar a altitudes entre 160 y 2.000 km, se ofrecen velocidades de hasta 250 Mbps y una latencia que compite directamente con la fibra (25-60 ms), con una infraestructura mínima en tierra. Esto es disruptivo en zonas rurales y semi-urbanas, donde desplegar fibra era, hasta ahora, un desafío considerable. Pero dada la rápida curva de desarrollo de esta tecnología, es previsible pronto empiece a penetrar en zonas urbanas.

Empresas como Starlink y Eutelsat OneWeb lideran un mercado que se apalanca en el uso de “mega-constelaciones”: grandes flotas de satélites que operan de forma coordinada para garantizar velocidad y ancho de banda suficientes a escala global. Estas constelaciones, junto a continuas innovaciones, están haciendo el servicio más accesible y eficiente. Las proyecciones de Frost & Sullivan apuntan a una tasa anual compuesta de crecimiento entre 2022-2030 (CAGR) de alrededor del 30% para la banda ancha satelital, frente al 2,5% de las comunicaciones fijas terrestres. Mientras que todavía la diferencia en los tamaños relativos de cada mercado es importante, las tasas de crecimiento indican que las distancias se acortarán.

Del lado de los clientes, hace tiempo que las tecnologías inalámbricas forman parte de la mejor combinación para conseguir diversidad en una red corporativa. Según el último dato de Frost & Sullivan, casi un 60% de los tomadores de decisión a nivel global creen que la mejor opción la lograr diversidad en la red es combinar tecnologías (por ejemplo, Ethernet y una opción inalámbrica).

En este escenario, donde el mercado global de Internet de banda ancha con tecnología satelital crece a mayor ritmo que el de banda ancha terrestre, sumado a la mejora continua del servicio, la baja de costos de suscripción impulsada por grandes operadores satelitales (una política de subsidios para ganar mercado que ya se ha visto en otros negocios) y ventajas como la cobertura extendida, la fácil instalación y la escasa infraestructura necesaria, la conectividad satelital se posiciona como un nuevo competidor relevante a nivel global y viene a proyectar una sombra de preocupación para los proveedores terrestres que tienen así un nuevo competidor, con diferentes cualidades (descriptas arriba).

Los principales impulsores de esta disrupción incluyen:

  • Innovación tecnológica: Avances como los cohetes reutilizables, la impresión 3D de componentes y el desarrollo de satélites más pequeños y estandarizados (CubeSats) están abaratando drásticamente los costos de producción y lanzamiento. Asimismo, la incorporación de sistemas multi-órbita, que integran satélites LEO, MEO y GEO en redes híbridas, están permitiendo mejorar la cobertura global sin perder en latencia.
  • Fácil implementación: A diferencia de las redes terrestres, la conectividad satelital se despliega sin necesidad de cableado, permisos de construcción complejos y mediante kits autoinstalables, lo que agiliza su expansión.
  • Agilidad competitiva: Los operadores satelitales han demostrado una gran flexibilidad para adaptar precios según el mercado, gracias a su escala global. Un servicio que cuesta 120 USD en Estados Unidos puede ofrecerse por 50 USD en Argentina o 24 USD en Nigeria.

Pero el rápido avance satelital plantea desafíos significativos que deben ser abordados para asegurar un ecosistema de conectividad equilibrado y resiliente.

El primer impacto directo se observa en la infraestructura terrestre. El éxito de los satélites LEO genera un creciente desincentivo a la inversión en redes de fibra óptica, donde el retorno de la inversión es históricamente bajo. La expansión agresiva de las constelaciones satelitales amenaza la rentabilidad de los proyectos de infraestructura terrestre, con el riesgo de que la inversión en fibra se limite a las grandes ciudades, dejando a vastas regiones sin una alternativa terrestre sólida.

Más allá del impacto económico, la dependencia de esta tecnología introduce riesgos estratégicos. El caso de Starlink en Ucrania demostró cómo las decisiones unilaterales de un proveedor privado y extranjero pueden condicionar el acceso a servicios de conectividad críticos, sin que los gobiernos nacionales tengan capacidad de control. Esta situación expone una vulnerabilidad clave: mientras que las redes terrestres están sujetas a la soberanía del territorio donde se despliegan, las constelaciones globales operan más allá de las fronteras y regulaciones de un solo país. La dependencia excesiva de estas soluciones puede comprometer la seguridad nacional y la autonomía en la gestión de servicios esenciales.

A nivel internacional, la tecnología LEO plantea la necesidad urgente de un marco de gobernanza más robusto. La comunidad internacional enfrenta dos desafíos principales: armonizar las regulaciones para evitar la fragmentación del mercado y garantizar la sostenibilidad y seguridad espacial fomentando un uso equitativo del espacio. La falta de un marco jurídico internacional unificado (que choca con la naturaleza global de los servicios satelitales) es una preocupación creciente.

Frente a esto, la regulación debe ir más allá de la promoción coyuntural de la competencia, preservando la viabilidad a largo plazo de las infraestructuras terrestres. Una estrategia enfocada únicamente en fomentar la competencia de precios a corto plazo podría debilitar estructuralmente a los operadores locales, erosionando la capacidad de los Estados para garantizar servicios críticos.

Para mitigar riesgos y asegurar una conectividad resiliente, los gobiernos deben tomar una decisión estratégica: o incentivan activamente el despliegue de fibra óptica o impulsan el desarrollo de constelaciones satelitales propias o regionales para no depender de actores externos. En última instancia, una estrategia que busque equilibrar la eficiencia del mercado con la resiliencia y la autonomía debe estar apoyada en el fortalecimiento de las redes terrestres y sus operadores.

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